16 marzo 2021
Autor: DAE Formación
Duración aproximada de lectura: 3 min

Cuidar a una persona con alteraciones respiratorias en la UCI es una de las primeras situaciones a las que se enfrenta una enfermera cuando inicia su ejercicio clínico en este entorno. La necesidad de instauración de ventilación mecánica fue el desencadenante histórico del inicio de las UCI en los años 50 y es uno de sus signos de identidad.
El abordaje de las múltiples situaciones derivadas requiere un excelente conocimiento de la fisiología pulmonar y del intercambio de gases pero, además, el impacto que genera en la persona y sus familiares la utilización de la ventilación mecánica obliga a la enfermera a poseer una competencia adecuada en el manejo de respuestas humanas, causantes de altas dosis de sufrimiento en estos pacientes, a la vez que ha de dominar el manejo de dispositivos y técnicas a veces muy complejos, pero fundamentales en el mantenimiento de la seguridad del paciente.

Vía aérea

La vía aérea es el nexo de unión permanente entre el entorno y el ser humano, concretamente con su sistema respiratorio e, indirectamente, con el aparato circulatorio, lo que la convierte en el puente que permite a lo largo de una vida de 75 años el intercambio de oxígeno y dióxido de carbono más de 500 millones de veces, a la vez que proporciona el soporte funcional a la comunicación humana.
Para esta función tan importante existen una serie de estructuras anatómicas y mecanismos fisiológicos que permanentemente mantienen las condiciones idóneas, pese a las adversidades que en el exterior puedan acontecer o a las deficiencias que el aire pueda presentar (Ver Imagen 1).

Imagen 1. Vía aérea

La vía aérea se divide en dos grandes segmentos: la superior y la inferior, divididas por el cartílago cricoides como frontera entre ambas. La primera, en orden descendente, contiene la rinofaringe, orofaringe e hipofaringe y tiene como función principal filtrar, humidificar y calentar el aire que va de camino hacia los alveolos, a la vez que retiene el calor y la humedad del aire exhalado. Por otra parte, la vía aérea superior es una sublime centinela de la permeabilidad del tracto respiratorio y, mediante estructuras como la epiglotis, los cornetes nasales, las células ciliadas de la mucosa, o bien, con mecanismos tan poderosos como la tos o el estornudo, queda garantizada la permanente accesibilidad del aire al resto del espacio aéreo distal.
La vía aérea inferior comprende el tramo que va desde el borde inferior del cartílago cricoides hasta los bronquiolos distales y constituye una red de conducción a lo largo del entramado de segmentos bronquiales cuya finalidad es acercar el aire al tramo más noble del parénquima pulmonar: la unidad alveolocapilar. Todo este recorrido es conocido como espacio muerto anatómico, ya que no participa en el intercambio gaseoso y supone alrededor de 150 ml.
Cuando la vía aérea superior es suprimida por una vía artificial (intubación orotraqueal, traqueostomía) los gases que se inspiran deben ser acondicionados para preservar la integridad de la mucosa respiratoria. En condiciones normales, el aire pasa a través de las vías superiores, calentándose a 37º C y adquiriendo una humedad relativa del 100%. En la espiración, las vías aéreas conservan este calor y humedad, por lo que las pérdidas son mínimas. El punto de las vías aéreas superiores en que el aire alcanza estas condiciones óptimas de calor y humedad es denominado límite de saturación isotérmica y se encuentra justo debajo de la carina traqueal (Shelly, 1992), aunque puede variar según las condiciones del aire inspirado, IOT, volumen, etc. Por encima del límite de saturación isotérmico, la vía aérea actúa como intercambiador de calor y humedad; por debajo, temperatura y humedad permanecen constantes.
Las vías aéreas superiores pueden adaptar sus mecanismos de humidificación y calentamiento a condiciones extremas, desde ambientes extremadamente húmedos a climas secos o con temperaturas muy bajas, así como demandas adicionales por ejercicio físico.

Caja torácica y pleura

La caja torácica está limitada por la columna vertebral en la parte posterior, el esternón en su zona anterior y los arcos costales que envuelven lateralmente toda la estructura visceral interna. En ella se alberga toda la estructura muscular respiratoria constituida fundamentalmente por el diafragma y los músculos intercostales. El diafragma moviliza aproximadamente entre el 70% y el 75% del total de aire y cumple, además, función de émbolo en la prensa abdominal (defecación, parto, tos…). La musculatura intercostal interviene principalmente en la espiración, produciendo una activa junto con algunos grupos musculares abdominales.
La pleura es una membrana serosa dividida en dos capas, una parietal unida a la caja torácica y otra visceral que recubre el parénquima pulmonar. Entre ambas capas se alberga un espacio virtual. La función pleural es fundamentalmente actuar de mecanismo transmisor de presión negativa al parénquima pulmonar para permitir la insuflación pulmonar, así como lubrificar toda la estructura en el proceso ventilatorio, lo cual facilita el juego y deslizamiento pulmonar entre las costillas y el diafragma.

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