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28 julio 2021
Autor: Lucía Valdivieso García
Duración aproximada de lectura: 5 min

urgenciasMi nombre es Lucía, alumna de 4º de Enfermería de la Escuela de Palencia y os voy a contar mis aventuras en esta etapa nueva de mi carrera, que empecé en noviembre en la Unidad de Urgencias del Hospital privado Campo Grande de Valladolid; aunque pertenezca a la escuela de Palencia, yo vivo en Valladolid y por comodidad pedí el traslado para hacer las prácticas aquí.

Urgencias es la unidad que me ha tocado y en la que voy a estar los próximos tres meses. Junto con la UCI, siempre me ha llamado mucho la atención y tenía muchas ganas de pasar, no solo porque se ven muchas cosas diferentes y de todo tipo, sino porque se realizan muchas técnicas y con la suspensión de prácticas que tuvimos en 3º, y que en los servicios en los que estuve no se realizaban muchas, estaba bastante verde.

Es lunes, día 16 de noviembre, me levanto a las 7 de la mañana, nerviosa pero con mucha ilusión y ganas, me preparo, me tomo un café y me dispongo a salir al frío de Valladolid, en esos cinco minutos que separan mi casa del hospital. No paro de imaginar cómo va a ser, que es lo que voy a aprender, a hacer, que tal me acogerá la gente, etc.

En cuanto llego me recibe Martina, la supervisora, muy simpática. Me indica dónde me tengo que cambiar y me enseña todas las instalaciones, me presenta a la gente, y son tantas que pienso “madre mía, lo que me va a costar aprender sus nombres”. Cuando ya estoy cambiada, rápidamente me engancha Lara, una enfermera encantadora, y ya se me pasan los nervios. Solo me quedan las ganas de aprender, con ella me paso toda la mañana.

Junto a mi está Tamara, una alumna en prácticas de Enfermería de otra universidad, lo cual sinceramente me agobia un poco por tener que repartirnos las cosas, ya que yo, siendo egoísta, quería acaparar todo. Pues bien, durante esa mañana hago más cosas que en todas las prácticas juntas: vendajes, yesos, gasometrías, inyecciones, y muchas vías, una técnica que me tenía bastante preocupada porque mi yo agónico se pensaba que no iba a ser capaz de poner una vía nunca, dado que las cuatro que había puesto en cuidados paliativos (ancianos con unas venas horrorosas) me habían salido mal. Poner ese día tantas vías bien fue muy emocionante y me dio un chute de energía bastante importante.

El segundo día estoy con otras enfermeras, son tres, y me van avisando cuando hay cosas que hacer, ya que el funcionamiento de la unidad es tal que así:

-La gente llega, el primero que les recibe es el conserje, les echa gel, les da una mascarilla y les toma la temperatura.

-Las enfermeras o TCAE les hacen un triaje y unas preguntas relacionadas con la COVID-19, mientras les admiten las chicas de recepción. Se les manda a la sala de espera si no tienen síntomas respiratorios, al BOX 4 si tienen síntomas respiratorios relacionados con el coronavirus, a observación si viene en ambulancia, se marea o se encuentra muy mal y a RCP si puede ser algo relacionado con infarto, arritmias, etc.

-Los papeles se dejan en una bandeja y los médicos, que suelen ser dos, los van cogiendo y llamándolos en el orden que consideren.

-Una vez que los ven, si necesitan algo de enfermería nos llaman y vamos.

Hoy también estoy con Tamara, la alumna de Enfermería, y nos seguimos repartiendo las cosas. Entre muchas, lo más interesante que me pasa es que suturo un corte de un dedo, aunque yo ya había hecho una sutura anteriormente estoy como un flan de nerviosa. Finalmente me felicitan porque me queda muy bien.

Al día siguiente, miércoles 18, todavía sigo ubicándome, como es lógico, al funcionamiento. Me encuentro muy a gusto con los enfermeros que me ha tocado hasta ahora, me enseñan todo lo que pueden y me dejan hacer prácticamente todo. Hoy he tenido suerte y me he hecho una bilirrubina, sacando sangre de la mano a un recién nacido de seis días.

Los siguientes días sigo muy contenta, Diego me enseña cómo analizar los electros, las analíticas y los Rx, entre otras cosas.

La semana siguiente, la del 23, ya estoy yo sola como alumna, ya que a Tamara la reubican en otra unidad. Todo va bien, pero el martes me llevo un disgusto, ya que estoy con Alba, una enfermera que no me dirige la palabra, me pone malas caras, no me avisa para hacer nada e incluso en una ocasión me cierra la puerta en las narices. Después de ese feo decido no ir detrás de ella para nada, si no quiere alumna, lo comprendo, pero que lo diga y no me haga quedar como tonta. De todas maneras, algo que me planteo y que no entiendo es cómo se puede tener tan poca empatía. ¿Qué pasa, que ella nació aprendida y en sus prácticas ya se lo sabía todo?

Días después esta misma enfermera, cual bipolar, me avisa para hacer varias analíticas, aunque en una de estas se me sale un poco de sangre, me pone mala cara y lo comenta con el médico como a malas. No me vuelve a avisar para hacer nada en toda la mañana. Estos hechos ocurren más de un día, a veces está bien y me avisa; otras, ni caso, aunque he de decir que llevamos una racha bastante buena, pasando de no dirigirme la palabra a preguntarme sobre mi vida, mis practicas anteriores e incluso a pedirme que le haga una trenza, espero que sigamos así.

En la semana del 30, coincidiendo más o menos con los desplantes de Alba, me ocurre algo catastrófico y me llevo un disgusto impresionante. Tenemos que poner morfina a un señor, se carga en diez de suero una ampolla entera y le teníamos que administrar únicamente de esa jeringa de diez, 1mg. Pues bien, no nos entendemos Ester y yo, ¡y le administro la ampolla entera! Todos están alerta y muy nerviosos, puede pasar algo fatal, con suerte al señor le sienta divinamente y todo queda en un susto. Pero aun así esto trae cola y Eva, la enfermera con la que me pasa, evita durante los días siguientes avisarme para hacer cosas, y se lo cuenta a todo el mundo, haciéndome sentir bastante mal. Después de esto me fijo muchísimo más en las cosas y pregunto todo mucho más para asegurarme 100% de todo.

Entre lo que me pasa con Alba y lo del mórfico, hay unos días que me siento bastante mal, me encuentro desubicada y siento que no encajo. Muchas enfermeras cambian su trato hacia mí; vamos, que hago exactamente lo mismo en mi casa durmiendo que yendo a prácticas. Un día de esa semana mala me llevan a la consulta de enfermería de Atención Primaria donde está Celia, una de las enfermeras de urgencias con la que, desgraciadamente, no había estado nunca. Fue muy simpática conmigo, y sobre todo muy comprensiva, ya que le cuento lo que me había pasado esos días y me entiende a la perfección. N sé qué pasó, que a partir de ese día todo mejora.

Las semanas siguientes poco a poco me voy ganando la confianza de todos, incluso de los médicos, y ya me voy sintiendo menos intrusa y me incluyen en todo, ya que había momentos que sentía que estorbaba y que era una carga para ellos. Viene además Sara, una enfermera de las veteranas, que había estado con COVID-19, y desde el primer momento está muy dispuesta a ayudarme con todo.

El día 28 de diciembre ya he realizado más de la mitad de mis prácticas, y puedo decir que llevo unas semanas en las que estoy bastante contenta, se han solucionado los problemas que podía haber y me siento muy cómoda. Percibo que voy encajando, además de encontrarme  muy suelta y segura a la hora de hacer técnicas y de moverme por la unidad, cosa que además me dijo la supervisora en forma de felicitación.

 

 

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